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La barrica de madera y el vino

Después de la ánfora, la barrica de madera, de diferentes tamaños, fue durante 2000 años el contenedor casi exclusivo del vino, utilizado para la vinificación, el almacenamiento, el transporte y la venta del vino. La importancia del volumen de vino una vez transportado en barricas se evidencia en el hecho de que la capacidad de un barco en «barriles» todavía se mide. En el siglo XX aparecieron otros materiales, como el hormigón, la fibra de vidrio o el acero inoxidable, pero el uso de la barrica (barril o rayo) se mantuvo tanto para la vinificación (caso de ciertos vinos) y para la crianza de determinados vinos. La Barrica no es solo un contenedor de almacenamiento, sino que también influye directamente en los aromas y la estructura de los vinos.

Un contenedor de madera deja entrar un poco de aire, principalmente a través del orificio del tapón que permite que se llene. Esto provoca una oxidación muy lenta y limitada del vino, suavizando sus taninos (en el caso de los vinos tintos), complicando sus aromas y, en ocasiones, reforzando su color. El uso de roble nuevo a menudo también conduce a la aparición de sabores específicos, los llamados leñosos, ya veces aporta un poco de taninos. El tamaño y la edad del recipiente son decisivos en el grado de estas interacciones. La madera también favorece la clarificación natural y la estabilización de los vinos. Criar un vino en barricas es costoso y requiere más cuidado y manejo que otros tipos de contenedores. Por lo tanto, generalmente se reservan para vinos de cierto valor.